RAZON Y FE
“Yo o la ira”
El filósofo romano Séneca (4-65) fue testigo de las atrocidades que realizó el emperador Calígula, cuyo mandato se extendió entre el año 38 y el 41. Esa experiencia lo llevó a escribir una de sus obras más conocidas: "La ira", inspirada en la decadencia de aquel personaje.En el libro, Séneca realiza un análisis completo sobre dicha pasión, a la cual define como la más fea y la más desenfrenada, incluso la califica como una locura pasajera pues “olvida toda decencia y desconoce los más sagrados lazos (...) encarnizada en su objeto ignora los consejos de la razón, se exalta por los motivos más vanos y es incapaz de discernir lo justo y lo verdadero. Se asemeja a esas ruinas que se quiebran sobre el mismo a quien aplastan”.Adentrándose en el concepto explica que, ante todo, es el deseo de vengarse, siendo causa de la mayor plaga que más daño hiciera a la humanidad, con asesinatos, envenenamientos, infamias recíprocas, ciudades destruidas, naciones enteras aniquiladas y sus jefes vendidos en subastas públicas.Ni siquiera, aclara, es útil en la guerra o los combates, pues degenera muy pronto en temeridad y no sabe librarse del peligro en que quisiera comprometerse al adversario.La ira -esclarece- es en el fondo el más bajo de los sentimientos. “Quienquiera que seas, al creerte menos preciado por otro te reconoces inferior a él. Un gran corazón, seguro de lo que vale, no se irrita pues no siente la injuria.” Y al respecto se pregunta: ¿Es inevitable que el hombre de bien se irrite contra los malos? Aconseja corregir las faltas, pero templando la gravedad de las penas con los buenos modos, la suavidad con la indulgencia. “Nada sienta menos que la cólera al hombre que castiga, pues no hay castigo eficaz si no lo dicta la razón. Por esto Sócrates le decía a su esclavo: "Si yo estuviera colérico, te azotaría". Y esperaba el momento de recobrar la calma para reprenderlo”.La ira, según la filosofía estoica que representa Séneca, es un síntoma del alma débil, que conoce la flaqueza; y recomienda, asimismo, rechazar el lenguaje que utiliza, ya que en apariencia amenaza, pero en el fondo tiembla.En la segunda parte de la obra, aborda la manera de curarla, pues es bueno conocer el propio mal y detener sus progresos antes que se extienda demasiado. Lo esencial es saber cuál es nuestro punto débil para reforzarlo, insiste.En este aspecto apunta a la educación de los niños para impedir que pueda nacer y prosperar la ira. Ve en la prosperidad y en la molicie, a las dos madres de esta peligrosa pasión.La primera porque sus oídos están siempre asediados por frases aprobatorias. “Cuidemos de apartar al niño de lo que sea lisonja, que oiga siempre la voz de la verdad, que conozca alguna vez el temor, siempre el respeto”. En cuanto a la segunda, la comodidad y la blandura son vicios que envenenan el cuerpo y el alma al mismo tiempo y producen que no haya cosa que no nos parezca insoportable, no por su dureza, sino por nuestra flojedad. “Debemos imponernos la regla de no enfurecernos por las cuestiones más frívolas y miserables. Irritarse por pequeñeces es una bobería”.En la parte final de la obra, Séneca, como era su costumbre cuando hablaba de las cuestiones morales en las cuales era un experto, brinda una serie de consejos-máximas. A continuación dos de ellas: * El gran remedio de la ira es darle tiempo. No le exijáis que desde luego perdone, sino que juzgue: por poco que se detenga, se disipa. No intentéis ahogarla de una vez, cuando estalla con demasiada fuerza: la victoria completa no se obtiene de golpe, sino por triunfos parciales.* No permitáis nada a la ira. ¿Por qué? Porque ella es capaz de permitírselo todo. Luchad contra vos mismo cuando estéis irritado. Quien no pueda vencer la ira, será vencido por ella.
POR PABLO S. OTERO
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