Miente, miente que algo queda

Goebbels fue una pieza clave en el éxito y progreso del Partido Nazi en Alemania. Las biografías lo describen como poseedor de una personalidad atrayente, un orador eximio, persuasivo, locuaz, convincente; su profesión, antes de convertirse en ministro estrella del nazismo, fue –no casualmente– la de periodista. Pero, probablemente Goebbels, sea mucho más famoso aun, no por él mismo, sino por haber acuñado una frase que repetía, en aquel entonces, con orgullo y a menudo. Esa locución que Goebbels le decía a todo aquel que lo escuchara era la siguiente: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Goebbels construyó el nazismo alrededor de esta consigna.
¿Cuál era la función concreta dentro del partido nazi de este funesto sujeto?. Pues una de las más importantes –o quizás la más importante de todas cuantas cualquier dictador que se precie de tal podría tener en consideración y en alta estima-; y esto es; tratar de convencer a las masas de que su poder es irresistible, ilimitado, perpetuo e invulnerable. Y Goebbels cumplió esta misión eficazmente desde su incorporación al partido nazi en 1925 hasta su trágico final en 1945.
En efecto, durante este dilatado periodo, Goebbels logró convencer a millones de alemanes, mediante su técnica de “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” de muchísimas cosas que sin ella, jamás hubiera conseguido. Sus consecuciones más importantes fueron; generar en los alemanes la convicción de que el poder nazi era, no sólo necesario, sino además, provechoso, positivo para la nación, pero lo más importante: que era enorme, irresistible, activa y masivamente compartido por todos los alemanes. Alcanzado este efecto, y ya en el fragor de la segunda guerra mundial, Goebbels obtuvo, mediante una persistente y vigorosa propaganda, un nuevo éxito al persuadir al pueblo de que la guerra se estaba “ganando”, cuando lo que ocurría era precisamente todo lo contrario.
Se trató, sin duda, de un verdadero experto en la psicología de las masas, quizás el especialista activo más caracterizado de todos, demostrando que –al menos– en el plano psíquico, convirtió en realidad su carísimo eslogan: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Hoy no tenemos a Goebbels, felizmente, pero en su lugar, tuvimos y tenemos a cientos o miles de sucesores suyos (lo sepan o no, lo mismo da) que desde la soberbia de sus despachos oficiales utilizan prepotentemente, la misma técnica que, como una sagrada consigna, les dejó el “maestro” en enseñanza: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, y que estos “modernos” sucesores suyos, ya con el cargo de “voceros oficiales” u “oficiosos”, “secretarios de prensa”, de “difusión”, “portavoces”, “comunicadores”, o con el titulo de moda que reciba el cargo burocrático en cuestión, procuran “catequizar” a la gente de mentiras tales como que la pobreza “disminuyó”, que “no hay” inflación, que la delincuencia “no existe” excepto en la “mente” de sus víctimas, que la corrupción desembozada es un producto del “imaginario desestabilizador”, que los miembros del poder ejecutivo son todos provenientes de una legión de “ángeles pletóricos de bondad y gracia descendidos del cielo” y de muchas otras patrañas mas. Y así, como millones de alemanes (y no alemanes) creyeron, sin dudar ni un instante, en todas las mentiras que los nazis (de la mano de Goebbels) propalaban incesante y constantemente, exactamente del mismo modo, hoy millones de contemporáneos creen ciegamente en los fabulosos embustes que el gobierno diariamente les vende.
Si bien, hoy por hoy, no hay un ministerio oficial especifico encargado de la propaganda como si tenían los nazis, la situación en este sentido, actualmente, parece mucho peor que en la época nazi, porque aquella función de hacer que “Una mentira repetida mil veces se convierta en una verdad” no la cumple ya “un” ministerio, sino TODOS ELLOS en conjunto, por más que formalmente en sus nombres, sus áreas no tengan ese objeto. Lo cual pone a nuestro gobierno en una posición –al menos moral y ética– mucho peor que la de los nazis. Estos –sin proponérselo– tuvieron el “recato”, por así llamarlo, de destinar solo una oficina para mentir al pueblo. Nuestro gobierno, en cambio, no solo dedica TODAS sus oficinas al mismo fin, sino que, además, ha puesto a trabajar en ello a todos sus ministros, secretarios de estado, subsecretarios, asesores, de todos los niveles, de planta y contratados, a la tarea de mentirnos descaradamente, sin ninguna clase de pudor ni vergüenza, ni ajena ni propia, directamente, sin vergüenza de una pandilla de sinvergüenzas.
Nuestro gobierno, utiliza una técnica económica mucho más sutil y efectiva que la de los nazis para obtener los mismos fines que estos; subvenciona con grandes sumas en publicidad oficial a todos –sin excepción– los medios de prensa y difusión, canales, radios, publicaciones, que eufemísticamente y como parte del plan de “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” insisten en seguirse llamando a sí mismos “privados”, o peor aun, ignominiosamente “independientes”, a la vez que a conciencia (y bien pagos, por cierto), propalan las falsedades oficiales el suficiente número de veces, hasta convertirlas “en una verdad” en y para la mente de miles y hasta millones de ingenuos (para peor, adultos).
Canales de TV, emisoras de radio, diarios y revistas, sitios de Internet son –hoy por hoy– nuestros modernos Goebbels, la encarnación misma del jerarca nazi que hizo posible el triunfo y ascenso de Hitler al poder y que mediante una demencial e irracional propaganda, consiguió el apoyo de millones de alemanes para uno de los mayores crímenes de los que registra la historia, el holocausto y la segunda guerra mundial. La técnica para uno y otro fin, y repárese en este punto que es el objeto de estas líneas, ha sido en todos los casos la misma, a saber, la célebre máxima de Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
El efecto psicológico implicado en este proceso ya lo hemos explicado varias veces cuando analizamos la temática de las encuestas y de la encuestalogía, porque se tratan de resultados análogos; no cabe duda que Hitler tuvo el apoyo mayoritario de su pueblo, pero ¿cuál fue la causa real de tal apoyo? Fundamentalmente, que Goebbels consiguió convencer a millones de alemanes de exactamente eso: de que Hitler ya tenía –ex ante– ese sostén de “millones” de “otros”, con independencia de sí realmente contaba o no con el mismo. Para la consigna por la cual “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” era totalmente irrelevante saber si Hitler poseía efectivamente ese soporte de voluntades o carecía por completo del mismo. Lo trascendente, desde el punto de vista de la técnica de psicología de masas involucrada en dicha fórmula, era que, mediante la propaganda adecuada, iba a obtener ese favor masivo y –aun más– todo el que necesitara, justamente, porque quien trabajó para ello –Goebbels– sabía muy bien, y ponía permanentemente en práctica, que “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Esta técnica, refinada en el tiempo, brindó sus frutos, no solo a los nazis, sino a muchísimos gobiernos posteriores que, incluso, hasta se calificaron y actualmente se consideran anti-nazis, pero que como acabamos de ver, en rigor, utilizan sus mismas “habilidades”. Entre esos gobiernos ocupa un lugar destacado el nuestro.
Respecto de esto último, repugna realmente, que este gobierno se considere “antifascista” cuando, como hemos visto, no tiene empacho alguno de utilizar –exactamente– los mismos métodos de propaganda empleados por los nazis contra los que busca diferenciarse, sin lograrlo.
Gabriel Boragina es autor de los siguientes libros : La Credulidad, La Democracia, Socialismo y Capitalismo.
Autor: Gabriel Boragina
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Diseñado y programado por Roger Duran
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( Aristoteles ).
gracias por este paralelo que pervade casi todo el planeta en sus representaciones internacionales, nacionales pùblicas e institucionales: LA MENTIRA.
Sin embargo, probablemente lo que de ela quede sea no solo transitorio y efìmero sino fugaz.
LA mayor contraposiciòn para mi a este des-concepto son las palabrasdel Cristo: “la verdad os harà libres”. Es allì donde las masas sucumben: a la necesidad de esclavitud en contraposiciòn a la responsabilidad personal, colectiva, còsmica de la libertad.
Es bueno, desde mi punto de vista, que, cada vez que denuncuemos los crìmenes de la derecha hitleriana (55millons de personas muertas) no dejemos pasar nunca los del comnismo (mao 85 millones, stalin x+ pol tot y + etc. que ficialmente hoy suman alrededor de 170 millones de muertos.
Quizàs de frente a estas cifras que obviamente no pueden sino aumentar, las personas empiecen a considerar que la pròxima vìctima pued ser el mismo y entonces por amor a la propia vida (ya que no todos gozan del amor por la libertad) inicie un proceso de interesamiento, crecimiento polìtico y de ciudadanìa activa de, por y para el futuro y que apunte para sì mismo y sus descendientes hacia la vida, la democracia yla libertad.
Gracas
Blanca Briceno
Es sorprendente para mi que, sabiendo como sabemos, que el crimen no tiene dueño, ni tiempos, ni ideologías, todavía existan personas, que en su afán de pregonar sus confusos pensamientos acerca de la igualdad, dividan las conductas políticas en malos o buenos, en derechas o en izquierdas, un claro ejemplo es, como lo demuestra la historia, la protesta que en los años treinta realizaban los socialistas contra las atrocidades de los nazis, pero y dejemos de una buena ves de confundir, la realidad es que no se trataba de una cuestión de principios, sino la protesta de un bando rival contra otro, disputándose el mismo territorio. Los nazis nunca fueron de derecha, simplemente por un principio de identidad — esto es — nunca respetaron las libertades individuales y siempre masificaron a su pueblo hasta su catastrófica caída. Y sus rivales, los social-comunistas que en nombre de la humanidad abolieron las libertades y derechos, e incorporaron como práctica política, las ejecuciones sin juicios, las camaras de torturas, los campos de trabajos para esclavos y las masacres de incontables millones en la Rusia Soviética y, los horrores de Alemania del Este. Cuando repasando la historia reciente se observa la pesadilla de los esfuerzos desesperados hechos por cientos de miles de personas, por huir de los países socializados de Europa, escapando sobre los alambrados de púas y bajo las ráfagas de metralla, ya nadie puede seguir creyendo que el socialismo estuvo o está motivado por el deseo de alcanzar el bienestar de los hombres. En algún punto se unen y más que rivales parecen aliados y ese punto crucial basado en el crimen, la delación y la mentira es la nota clave que tanto dolor y muerte a causado a la humanidad y que hoy, para desdicha y desazón de muchos, parece renacer de la mano de los eufemísticos progres, haciéndose carne de pobres e ignorantes cuyas conciencias obnubiladas por el fatídico discurso “miente, miente, que algo quedadrá”, de los inmorales ansiosos de poder; les converirá en los nuevos idiotas útiles, recargando el fundamento de los autócratas que retornan de sus pedestales manchados de sangre, pero invisible a los ojos de los pueblos salvajemente engañados.
Los miserables cuyo único objetivo es el poder, no tienen ideologías, ni son de Derecha o Izquierda simplemente son criminales.
Esta vez nos da una verdadera clase de historia.
Saludos.
Gracias.
Gerardo R. F.
”…¿pues no leí esta mañana en un periódico de izquierdas, que la Alianza nos había obligado a ser sus gendarmes y a guerrear contra España cuando el Congreso de Verona está ahí, cuando los documentos diplomáticos muestran de una manera irrecusable que toda Europa, excepto Rusia, no quería esa guerra…? Eso no les impedirá mentir de nuevo mañana; ¡ni siquiera se tomarán la molestia de examinar la cuestión, de leer aquello de lo que se habla a “sabiendas” sin haberlo leído! Una mentira repetida se convierte en una verdad (tout mensonge répété devient une vérité): nunca se despreciara lo suficiente las opiniones humanas.“
Chateaubriand: Mémoires d’outretombe. pág.98. Vol.III, Flammarion, 1982 y la traducción es mía.
La diferencia entre Chateaubriand y Goebbels es que el primero constata con amargura esa “verdad mentirosa” mientras que el segundo la esgrime como lo que es, un arma tan útil como letal para sus siniestros propósitos.
Julia Escobar