Opinión
Educación populista
Son días propicios para volver a leer a Domingo F. Sarmiento. En Educación popular (1849), su libro pedagógico más importante, expone, con madurez y claridad, su programa de educación pública. Emociona leerlo porque es como ver los cimientos de cada escuela argentina.
Allí afirma: "El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen. Y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar estas fuerzas, haciendo crecer cada vez más el número de individuos que las posean".
Educación popular es la síntesis de una aspiración política que está gravemente amenazada. La educación popular, vaciada de aquel contenido emancipatorio, parece haberse convertido en desafortunada educación populista.
Las acciones carismáticas que deliberadamente buscan satisfacer y agradar en el corto plazo, el clientelismo, el facilismo, la recurrencia a discursos demagógicos, la ignorancia militante, la irresponsabilidad por los resultados, la enorme simplificación de situaciones complejas, son algunas de las notas de la educación populista que preocupan.
A diferencia de la educación popular, la educación populista, no busca transformar una sociedad, su estructura y relaciones, sino todo lo contrario.
La educación populista no da, quita. Quita educación a cambio de concesiones coyunturales con el fin de preservar el poder y la hegemonía política de una dirigencia que, muy lejos de Sarmiento y muy cerca de la antipolítica, ha jugado su propio juego.
Cientos de miles de educadores saben de las miserias de la educación populista, no la practican, y demandan señales claras para volver a educar al soberano. Hoy es su día.La autora es directora de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT).
Por Claudia Romero
Para LA NACION
12/9/08
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