Capitán Fernando Juan Casado, héroe de Malvinas, la guerra que nunca existió.
Un sueltito, a lo sumo para un recuadro.Lunes 15, a las 11.30, pero postergado para las 15, en el sector militar del Aeroparque, se le tributa el austero homenaje al capitán Fernando Juan Casado.
Ascendido, post mortem, a mayor.Luego van a trasladarse los huesos de Casado hacia Carlos Paz, Córdoba.
En el paraíso serrano, el mayor dejó una mujer y tres hijos.A Casado lo espera, en Carlos Paz, una plazoleta con su nombre.Plaza Capitán Casado. Muerto en Malvinas.
Huesos
Durante 26 años, en alguna conservadora de Puerto Argentino, aún Puerto Stanley, los ingleses mantuvieron los huesos del capitán Casado.
Huesos
Durante 26 años, en alguna conservadora de Puerto Argentino, aún Puerto Stanley, los ingleses mantuvieron los huesos del capitán Casado.
Los que fueron devueltos por el mar.Casado fue uno de los dos últimos aviadores argentinos que se atrevieron a la pedantería patriótica de bombardear a los ingleses. El 13 de junio de 1982. Cuando la guerra, literalmente perdida, expiraba.
En terminología técnica, aquel muchacho de 37 años tendría que ser considerado un héroe de guerra. Debería recibir colectivos reconocimientos de los compatriotas.Pero como se trata de un militar, es preciso ser prudente y recurrir al perfil bajo.
Homenajearlo, pero hasta por ahí nomás.
Con recatada culposidad. Con incierta vergüenza.
En un ámbito estrictamente reservado. A ver si la emoción genera confusiones.
Conste que, aunque algunos hayan ofrendado su vida por semejante causa nacional, los militares deben, en bloque, ser estampillados con la tipología impuesta. Sin posibles espacios para el reconocimiento de los fastidiosos actos de heroicidad. Nada que ver con la exaltación del arrojo. Cuidadito con equivocarse.Explícase entonces que los huesos del capitán Casado se conviertan en una indeseable impertinencia. En el pretexto para que la temible señora Pando, una agitadora peligrosamente profesional, aparezca con el severo armamento de su vozarrón.
Indignada hasta los dientes.
Oberdán Rocamora
No hay comentarios.:
Publicar un comentario