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23/5/08

HOMBRES "K" QUE LAS PREFIEREN DOMINANTES




Hola Carmen , me gustaría darte las gracias por tusitio web. Es uno de los muy pocos sitios dedominación femenina no pornográficos, y uno delos pocos que permito visitar a mi marido/esclavo.Mi esposo Alex te escribió hace algunos añosacerca de mi gradual transición hasta disfrutar demi dominio. Nuestra relación de dominación hacontinuado creciendo desde que te escribió.Pensé que te gustaría leer sobre ella.Como él mencionó en su correo de hace años, nome mostré nada interesada en un principio,cuando me confesó sus fantasías de dominaciónfemenina. Ni siquiera sabía lo que significaba eltérmino la primera vez que lo nombró. Después demuchos ruegos y argumentaciones, mecomprometí sin mucho convencimiento conalgunos juegos de dominación. Con el tiempo, lacosa terminó con Alex haciendo también las tareasde la casa, como había sugerido. Eraabsolutamente feliz con ese asunto, porque medisgustan las labores domésticas.No obstante, la carencia de concentración ydisciplina de Alex comenzó a preocuparme.Parecía que estaba atento y hacía sus tareassolamente hasta que alcanzaba el climax en unasesión de dominación. Después de eso, notabaque las tareas se quedaban sin hacer durantedías, hasta que comenzaba a imponerse de nuevosu deseo de sumisión.Este asunto se puso de relieve una mañana hacecasi un año. Se suponía que Alex tenía que lavarun traje mío que yo pretendía ponerme a lamañana siguiente para ir a trabajar. Esa mañana,le dije que me sacara el traje mientras meduchaba. Me contestó que lo había metido en lalavadora la noche anterior, pero había olvidadoponer la ropa en la secadora; el traje estaba aúnen la lavadora, arrugado y mojado. No quedabatiempo para secarlo. Sólo le dirigí una seriamirada, y le dije que me buscara otra ropa queponerme.Aquella mañana, de camino al trabajo, aún estabaenfadada porque hubiera olvidado hacer lo que lehabía dicho que hiciera. Le daba vueltas ahacerme cargo del lavado de la ropa y alguna otrade las tareas domésticas... pero entonces habríaechado a perder el tener a Alex como mi sirvientepersonal. Y desde luego no quería volver ahacerme cargo de la casa. Cuando llegué a laoficina, había decidido que Alex debía continuarhaciendo esas tareas, y que tendría que aprendera hacerlas correctamente. Y sabía incluso comopodría lograrlo.Cerca de un año antes, como un regalo simpático(aunque en el fondo deseando que llegara ausarlo) Alex me había regalado un látigo de unacola de alrededor de un metro de largo. Pocasnoches después, sintiéndome juguetona yaventurera, le ordené tenderse sobre su vientre (letenía desnudo), y saqué el látigo y lo utilicé.Después me dijo que lo había encontradoextremadamente doloroso y desagradable y que,por tanto, no lo volviera a usar con él. Perodespués del incidente con la ropa al que me hereferido decidí sacarlo de nuevo y utilizarlo otravez.Aquel día, desde el trabajo arreglé que los niñospasaran el fin de semana en casa de mi madre.Cuando Alex llegó a casa del trabajo aquella tarde,y supo que los niños pasarían fuera el fin desemana, pensó que yo había arreglado las cosaspara que pudiéramos dedicarnos a nuestrosjuegos de dominación sin que nos molestaran. Ledejé que lo creyera. Por la noche, cuando nosfuimos a la cama, le hice desnudarse y le puse sucollar.Alex había comprado algunas correas para lasmuñecas y los tobillos algunos meses antes. Hastaentonces, nunca las había usado; pero aquellanoche le até, boca a bajo, las manos y los pies alcabecero y al pie de la cama. Le expliqué quesentía que no me hubiera tomado en serio y nohubiera cumplido apropiadamente con susobligaciones. Y que eso tenía que terminarinmediatamente.Entonces le mostré el látigo. Cuando me vioempuñarlo creyó que estaba sólo provocándole...hasta que le aticé el primer golpe. Gritó y mesuplicó que parara. Le expliqué que estabacansada de que tuviera una actitud tan centradaen sí mismo y de su falta de disciplina para cumplircon sus obligaciones, y que no tenía intención detolerárselo nunca más. Y procedí a proporcionarlela más severa latigada que ha recibido jamás.A tenor de la paliza, de sus gritos de dolor y susdesesperadas súplicas, pude comprobar quesufrió un dolor insoportable. Elise, quiero añadirque, cuando le azotaba, me aseguré de golpearsolamente las partes carnosas de sus nalgas ymuslos para no herirle. Perdí la cuenta después deunos cuantos latigazos, pero estoy segura dehaberle dado al menos un centenar. Cuandoterminé, sus muslos y nalgas parecían una masade intensos moratones. Alex lloraba.Al terminar de azotarle, le recordé que era miesclavo, y que estaba para obedecerme y servirmeen todo momento. Según me salían las palabras,me di cuenta de que sentía cada una de ellas.Cuando le liberé, se arrodilló a mis pies y llorosome suplicó que le perdonara. Me dijo que haríacualquier cosa que yo quisiera. Estabaverdaderamente arrepentido y sometido. Y verlehumillado así a mis pies me excitó. Primero le hicelamerme los pies, y entonces le tumbé en la camay le dije que colocara su cara en mi vagina, y leobligué a lamerme la entrepierna. Tuve algunosorgasmos ciertamente intensos. Elise, aquellanoche me di cuenta de que mi naturalezadominante parecía haber florecido.Por la mañana, le hice hacerme el desayuno, quetomé en la cama, con el tumbado para que mispies descansaran sobre su vientre. Observé lasmarcas del látigo en sus nalgas y muslos, y mesorprendió descubrir que encontraba muy sexysaquellas marcas. Alex trató de sugerireducadamente que no usará nunca más el látigo.Yo esperaba esa reacción, y me reí al decirle quehabía sido él quien había querido ser mi esclavo.Ahora que lo era, no había manera de yo leliberara.Sabiendo que nuestra relación de dominaciónhabía alcanzado un nuevo nivel, me dediqué elresto del fin de semana a instruir a Alex yexplicarle con claridad exactamente lo queesperaba de él de ahora en adelante, y cuálesserían las consecuencias si no conseguía cumplirmis expectativas. También utilicé ese tiempo paraentrenar a Alex a recibir todos sus latigazos sinprovocar ruido. Encontraba molestos sus gritos dedolor y patéticas sus súplicas. Además, necesitabaenseñarle a recibir los latigazos en silencio paraque pudiera azotarle durante cualquier día de lasemana en el que los niños estuvieran durmiendo.Le dije que cuando gritara o suplicara durante laazotaina, volvería a comenzar otra vez y doblaríalos azotes de la sesión. Si el castigo hubierallegado a 25 latigazos de 30, empezaría de nuevoy le proporcionaría otros 60 latigazos a los 25 yarecibidos. Sabía que tenía que convencer a Alexde que iba en serio, así que a lo largo del sábadoy la primera parte del domingo le obligué atumbarse boca abajo en la cama cada pocashoras y le azoté. A primera hora de la tarde deldomingo había aprendido a recibir los dolorososlatigazos con sólo un gemido y un aceptable nivelsonoro.A pasado un buen tiempo desde entonces. Miactitud hacia Alex ha cambiadoconsiderablemente, aunque le amo como marido,le veo como mi esclavo y sirviente personal.Ahora, cuando estamos solos, siempre me dirijo aél con el término esclavo, y él está obligado allamarme Ama. Mientras que antes solíamosmantener nuestra relación de dominación enprivado, ahora le doy órdenes abiertamentedelante de los niños o de otras personas. Aunqueno le llamo esclavo ni hago obvia nuestra relaciónreal cuando le doy una orden, a menudo se sienteavergonzado y humillado.Espero que sea completamente sumiso yobediente. Cuando estamos juntos por las tardes,está siempre a mi disposición. Sirve o prepara micomida o bebida, masajea mis pies, etc. Me gustaver la televisión o leer por la noche antes de irme ala cama; si estoy de humor, le utilizo dereposapiés. Tiene que hacer toda la limpieza de lacasa y una larga lista tareas domésticas que vacreciendo con el tiempo. Me depila las piernas,pinta mis uñas, me baña y me ayuda a vestirme; yde vez en cuando le hago que me limpie despuésde orinar.Sexualmente, tiene que estar a mi disposición paracomplacerme, ya sea oralmente o masajeando miclítoris. En la mayoría de las ocasiones, le hagoservirme oralmente. Algunas veces quiero quecomience por lamer los dedos de mis pies, porqueesto me excita, aunque no sé muy bien porqué. Él,a su vez, obtiene permiso para alcanzar el climaxraramente; puede que un par de veces al mes.Cuando lo hace, puede ser masturbándose oporque le monto. Tiene prohibido tocarse el peneen mi presencia. Tiene que dormir desnudo y concollar; algunas veces le hago dormir en el suelo alos pies de la cama.Alex es consciente de que le conviene cumplir contodas sus obligaciones completamente y a misatisfacción o recibirá sus buenos latigazos; hallegado a temer verdaderamente mi látigo, todavíase lo aplico con bastante regularidad. Leproporciono lo que denomino una flagelación de“mantenimiento”, una o dos veces por semana,incluso aunque haya sido completamenteobediente. Le digo que lo hago para mantenerleconsciente permanentemente de el lugar queocupa en nuestra nueva relación.Si ha hecho algo que me disgusta, la flagelaciónserá mucho más severa, aunque nunca tantocomo la de aquel viernes por la noche. En cadaocasión, le digo que se tienda boca abajo, y sabeque está a punto de ser azotado. Durante algunasconversaciones me ha acusado de ser una sádica.Y sospecho que pueda ser verdad; me gustapellizcar sus pezones, tan sólo por ver su caracuando siente el dolor. Ocasionalmente, le colocopinzas en los pezones y disfruto viéndoleretorcerse y gemir. Me descubro a menudoazotándole para estimularme sexualmente durantelas ocasiones en las que frecuentemente terminoutilizando su lengua entre mis piernas.En ocasiones me acuerdo de aquel día, haceaños, en que Alex me confesó por primera vez sudeseo de someterse a mí, ¡pensar que medisgustó! Alguna vez comenta que piensa quenuestra relación de dominación ha ido más allá delpunto al que él quería llegar. Yo, simplemente, lerespondo: “aprende a vivir con ello; te poseo ynunca te liberaré”. Juzgando por lo dura que se lepone cuando me escucha hablar así, estoy segurade que no tiene ningún deseo de ser “libre”.Después de todo este tiempo, no puedo imaginarno vivir de este modo.En cualquier caso, tengo dos preguntas. Alexexpresa su temor a que los latigazos frecuentespuedan provocarle algún problema médicopermanente. Elise, me gustaría saber si esaposibilidad existe. Y también saber si es anormalque me excite cuando estoy infringiendo dolor a mimarido. Me gustaría mucho leer tu respuesta.
Elise Sutton:Lynne, gracias por la actualización. Recuerdo quecoloqué vuestra original historia. Tuve la sensaciónde tu marido era moderadamente optimista sobrela posibilidad de que tú te convirtieras en unamujer dominante; parece que has sobrepasadosus expectativas.Todo depende de la severidad de la disciplina. Enmuchos casos, una suave o moderada azotaina yel castigo físico pueden practicarse conregularidad y frecuentemente en tanto que tengasen cuenta que el castigo este fundamentalmenteconfinado a sus nalgas. Una disciplina mássevera, que deje marcas, debería practicarse conmenos frecuencia. Un hombre que es duramentecastigado necesitará tiempo para recuperarseantes de ser sometido a la siguiente sesión dedisciplina. Cada hombre es diferente y haydistintos factores a considerar: al que beba alcoholregularmente tenderán a salirle cardenales ocontusiones más fácilmente; lo mismo ocurre si elhombre toma una aspirina cada día o estátomando anticoagulantes. Es responsabilidad de lamujer dominante conocer el cuerpo de su maridosumiso y debe tener siempre en mente subienestar. Si los cardenales aparecen confacilidad, debe limitar la disciplina a formas menosseveras, si es capaz de resistir golpes más duros yse recupera con facilidad (lo que le ocurre a lamayoría de los hombres) se puede ser más duraen las sesiones de castigo.Disciplinar a un hombre es una habilidad querequiere práctica. La mujer competente pude hacerque una sesión de disciplina sea dura sin dejarcardenales o marcas de larga duración. A algunasmujeres les gusta dejar señales, porque ver esasmarcas en los días siguientes mantendrá en elhombre el recuerdo de su autoridad. Además,algunas se excitan sexualmente cuando ven esasmarcas. Pero las señales deberían ser de las quedesaparecen en pocos días; cualquiera que duremás que eso muestra, en mi opinión, un exceso deseveridad. Hay que tener siempre presente que elpropósito de la disciplina es el efecto que tiene enla mente del hombre, y no necesariamente elefecto sobre su cuerpo. En consecuencia, unamujer dominante hábil aprende como disciplinar aun hombre para que éste lo viva con durezaaunque no haya sido en realidad tan duro.La herramienta utilizada en el castigo puede jugarun papel importante en el proceso, un látigo deuna cola es una herramienta dura. Tu marido tienelo que se merece si ese es el látigo que escogiópara ti. Yo recomendaría a las dominantes novatascomenzar por látigo corto de varias colas quesuene bien pero que ladre más que muerda. Unavez que hayas adquirido habilidad y práctica conél, te sugeriría que fueras a por una pala de cueroo una fusta de montar. Cuando hayas adquiridomaestría con ellas, podrías echar un vistazo a uninstrumento más áspero como una correa, unapala más dura, un látigo de nueve colas, uno deuna cola o una caña. Un instrumento que suenefuerte pero no lo sea puede producir buenosresultados en la mente del sumiso en tanto quepercibirá por el sonido que va a ser azotado másseveramente de lo que en realidad ocurrirá. Unlátigo corto y blando permite a la mujer utilizarlocon más fuerza, con lo que puede utilizarlo segúnsus ganas de sentirse poderosa y algo sádica,pero una herramienta más dura necesitamanejarse con mucho más cuidado y precaución,como el látigo de una cola, que puede causaralgún daño serio si se utiliza con excesiva fuerza.Todo este asunto se domina con tiempo yexperiencia. Comunícate con tu sumiso cuandouses un nuevo juguete y descubre comoexperimenta en su cuerpo el incremento en el nivelde dureza; examina su cuerpo cuando le azotescon una nueva herramienta para asegurarte deque no estás siendo demasiado severa. Manténsiempre su seguridad y bienestar en tu mente.Muchos hombres pueden recibir más de lo quecreerías y más de lo que a ellos les gustaríaadmitir, pero aún así debes ser prudente y permitirque tu hombre pueda utilizar una palabra deseguridad. Insisto, el efecto mental es másimportante que el efecto físico. Si suena y duele losuficiente para ajustar su conducta, entonceshabrás alcanzado tu objetivo.
Josefina del Conlara

1 comentario:

Unknown dijo...

hola tengo 20 años de casado y siempre fui el esclavo de mi esposa ahora ella desde hace dos años no quiere nada conmigo y que yo sepa no tiene ningun otro esclavo o sumiso. Que puede estar pasando??


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