en Web en Blog

2/2/08

CUANDO ENGAÑARON A PERON CON LA BOMBA ATOMICA


¿La Universidad de la Punta no será algo parecido?


SUEÑOS DE PODER: PARA LAS PRUEBAS, SE CONSTRUYO UNA CENTRAL ATOMICA EN LA ISLA HUEMUL, EN BARILOCHE


Una insólita aventura atómica que terminó siendo un fraudeHace 50 años, un científico austríaco convenció a Perón de que podía producir energía atómica barata y controlada
Por LEONARDO TORRESI. De la Redacción de ClarínEl 24 de marzo de 1951, un sábado fresco y de sol brillante, un grupo de periodistas se sentó alrededor de la mesa del recibidor de la Casa Rosada. Eran las 10 de la mañana, el presidente Perón acomodó sus papeles y después de una introducción que hizo crecer la intriga leyó que en la planta atómica de la isla Huemul se habían logrado "reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica". Los periodistas apuntaron palabra por palabra.¿Que escondía semejante frase? Algo sensacional: que en una pequeña isla a 8 kilómetros de Bariloche, en la Argentina, se había descubierto una forma, inédita en el mundo, de producir energía atómica barata y —lo más asombroso de todo— de manera ilimitada. ¿Podía ser cierto? No lo era. Pero eso se supo más de un año después.Perón presentó al físico austríaco Ronald Richter, artífice de una hazaña que parecía colocar al país delante de las potencias que en los años de posguerra dedicaban esfuerzos a la investigación nuclear. Enseguida explicó que el milagro había ocurrido el 16 de febrero en el laboratorio 2 de la isla. Y aclaró que los fines del proyecto eran pacíficos: el descubrimiento podría aplicarse a la siderurgia, a la producción de aluminio y otras industrias.A muchos la salvedad no les varió el enfoque. "Provoca conmoción el anuncio de que el país tiene la atómica", tituló el diario Noticias Gráficas.Había razones para pensar así, porque en esa época la liberación de cantidades gigantes de energía nuclear sólo se había logrado a través de procesos violentos con bombas atómicas.Pero Richter aseguró que lo suyo era muy diferente: "Cuando explota una bomba atómica —dijo— hay una destrucción espantosa. Yo controlo la explosión dentro del laboratorio: hago que se produzca en forma lenta y gradual".La repercusión fue mundial. The New York Times lo publicó en tapa y el laboratorio de Los Alamos —donde se fabricó la bomba de Hiroshima — pidió informes a la Comisión de Energía Atómica de EE.UU. sobre "esa historia argentina de una explosión atómica controlada". Un delegado chino corrió agitado a la comisión de Desarme de las Naciones Unidas para que le exigiera a Perón que revelara el secreto.Argentina ya era un país con prestigio en los estudios físicos desde comienzos del siglo 20. Sobre el fin de la segunda guerra, el físico Enrique Gaviola proyectó traer científicos extranjeros para transformar al país en una potencia atómica.Pero todo quedó de lado en 1948 cuando Kurt Tank —un ingeniero alemán que diseñó el primer avión de guerra argentino— recomendó a Richter, a quien le bastó una reunión para convencer a Perón.Primero experimentó en Córdoba, pero se quejó de un sabotaje y —porque le pareció un lugar ideal para guardar un secreto— eligió la Huemul. Allí se instaló el primer laboratorio oficial dedicado a la investigación de la fusión nuclear controlada.En julio de 1949 empezaron los trabajos pero Richter recién "autorizó" a Perón a visitar las instalaciones nueve meses después. El presidente viajó con Evita y los dos se asombraron ante el reactor principal, donde se pensaba producir la energía a gran escala. Era un cilindro de 12 metros de alto por 12 de diámetro, que no duró mucho en pie: Richter resolvió demolerlo y ordenó construirlo otra vez dentro de un pozo que se cavó perforando la roca. Hasta que apareció un poco de agua en el fondo. Y entonces decidió taparlo con cemento.Richter era un obsesivo de la seguridad. Pidió que en la isla hubiera una torre giratoria con una ametralladora. Temía que llegaran espías a robarle su secreto.Tanto misterio alimentó la intriga. Pero sin resultados comprobables (pese al gran anuncio) creció la impaciencia. "¿Es la bomba atómica de Perón una estafa?", se preguntó la revista United Nation World.Hans Thirring, director del Instituto de Física de Viena, hizo este planteo: "Hay un 50% de posibilidades de que Perón sea víctima de un fantasioso que sucumbió a sus propias ilusiones; un 40% de que sea víctima de un estafador; un 9% de que esté intentando engañar al mundo; y solo un 1% de que esto sea verdad".Pero Thirring fue justo. Dijo que si Richter realmente lo había logrado "entonces el premio Nobel le quedaría chico".Sus propios delegados también trataban de convencerlo de que había que parar de gastar fortunas en algo que veían demencial. Pero el presidente seguía creyendo. Recién en 1952 aceptó que científicos y legisladores inspeccionaran la isla.La comisión volvió convencida de que todo era un fraude. Irritado, Richter pidió hablar con Perón. El 25 de setiembre se vieron por última vez. Richard Gans, un físico alemán que integró una segunda comisión, fue lapidario: "No existe ninguna prueba experimental ni teórica que permita demostrar que se haya logrado reacción termonuclear alguna".A Perón le costó reconocer que había sido estafado en su fe pero la isla fue intervenida con el mayor disimulo posible. Ese día confiscaron dos autos y un piano que el Gobierno le había dado a Richter. Cuando se enteró, Perón decidió tener su último gesto con el sabio desventurado: ordenó que le devolvieran uno de los coches. Y también el piano.

No hay comentarios.:


Contador gratis