SÍSIFO
Es la tragedia de los ciudadanos del mundo globalizado y de nuestro pueblo en particular, condenados eternamente al trabajo sin sentido ni propósito alguno...
Cuando analizamos el panorama que nos presenta el mundo laboral moderno, encontramos que las “asimetrías” de las que se hablaba cuando la revolución industrial, se han acentuado en progresión logarítmica y las soluciones encontradas entonces (políticas sociales) también.
Distinguimos dos grupos principales: desocupados y con empleo.
Los primeros han caído en ese agujero sin fondo que es el populismo, o dependencia del Estado, haciendo como que trabajan, sabiendo que el único trabajo real que realizan es sostener políticamente a su protector que es quien los “ayuda” con un salario que no les alcanza para vivir plenamente, para crecer con su familia y lograr el recambio social imprescindible en toda sociedad que quiere progresar.
Los empleados pueden ser:
Estatales. Trabajo que se alcanza por ser familiar, amigo o conocido de alguien del partido gobernante. No alcanzan posiciones de relevancia ya que los cargos importantes son botín de guerra del que gobierna y no del partido o del pueblo.
Al igual que los anteriores obtienen magro salario, escasa cobertura social y una jubilación ofensiva.
Privados: Trabajo en el que se exigen las máximas condiciones para ingresar y se pretende que el trabajador sea tan “flexible” como al patrón se le antoje. Con este nuevo sistema globalizado, se ha dado por tierra con toda la legislación laboral nacional e internacional, ya que la única opción que queda para los que no aceptan es integrar el grupo de los desocupados.
Al igual que en el empleo público, tienen un único escalafón, son empleados polivalentes lo que significa que hoy pueden trabajar como operarios, mañana como administrativos, pasado hacer tareas de maestranza y hasta hacerle los mandados al jefe o cuidarle la casa cuando este viaja, lavar los baños, pasear un perro, etc.
La enorme oferta y escasa demanda de trabajadores, hace que reciban el mismo trato salarial que los empleados públicos aunque con menos estabilidad.
Las Fuerzas de Seguridad: Convertidas en fuerzas de choque en defensa del gobernante, condenadas a pelear con sus compatriotas y a ser blanco del odio y desprecio de propios y extraños, no tienen mejor encuadre, trato o retribución que en los casos anteriores.
El punto en común que une a todos es que no hay escalones para subir y progresar. Lisa y llanamente, no hay incentivo alguno y la retribución nunca alcanzará para el pleno desarrollo económico o cultural.
Eso nos pone frente a Sísifo, personaje de la mitología griega que hizo enfadar a los dioses con su extraordinaria astucia, en el comienzo de los tiempos.
Era el típico pícaro exitoso de nuestros días, aquel capaz de encontrar una salida para los problemas y hacernos creer que los ha solucionado.
Como castigo, fue condenado a perder la vista y empujar perpetuamente un pedrusco gigante montaña arriba hasta la cima, sólo para que inevitablemente volviese a caer rodando hasta el valle.
Es el héroe absurdo definitivo, perpetuamente consciente de la completa inutilidad de su vida, agravada por su ceguera que le impide avistar una solución.
Este esfuerzo inútil e incesante de Sísifo, es como una metáfora de las vidas modernas consumidas en inútiles trabajos en fábricas y oficinas o dependiendo de la caridad del Estado.
Es la tragedia de los ciudadanos del mundo globalizado y de nuestro pueblo en particular, condenados eternamente al trabajo sin sentido ni propósito alguno...
A menos que decidamos de una buena vez levantarnos de esta tumba de resignación en la que nos hemos acostado a esperar la muerte.
Virgilio Sánchez
04-01-2007
vjs912@gmail.com
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